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Irse de viaje sola en a la montaña en Francia

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Majestuosa, imponente, sublime, caprichosa son las primeras palabras que me vienen a la mente cuando pienso en "montaña" y me vienen a la cabeza siempre que siento la necesidad de escapar, de respirar profundamente.  Afortunadamente, irse a la montaña en Francia es fácil porque están repartidas por todo el territorio y, a pesar de mis numerosas mudanzas, he conseguido mantener este pequeño hilo rojo que me une a la naturaleza. 
 
Las montañas son ciertamente hermosas, pero también son peligrosas y no me cuesta imaginar a aquellos que se han dejado seducir y que han acabado sufriendo las desafortunadas consecuencias. Por decirlo así, tiene un  aire de mujer fatal... ¿no crees?
 
A menudo, con las experiencias, nos damos cuenta, comprendemos y abrazamos lo que antes era sólo información volátil. El tiempo de la especulación y la fantasía debe llegar a su fin. Debemos actuar para darnos la oportunidad de acceder a esta nueva fuente de conocimiento que viene de un lugar vivo, y que lleva allí mucho más tiempo que nosotros. Ir a la montaña en Francia puede entonces revelarte sus secretos, siempre que tengas curiosidad. 


¿Por qué aventurarse en la montaña en Francia?

 
¡Montaña cuando me abrazas! Ante ello, siento que mi corazón se llena de lo que parecería ser una plenitud, pero aún no he hecho nada, sólo lo he observado. Aquí está ahora, escarbando en mi orgullo, empujándome a la humildad, haciéndome sentir sed de algo que todavía es indecible para mí. 
Sin tener que afrontarla, me hace sentir pequeña. Me pone en mi lugar. Sin palabras, parece decirme lo que es esencial.
 
Al hablar con las deportistas y sus contrincantes, algunas de las cuales aman las cumbres, otras no, surge un sentimiento común: queremos ir allí y ver la montaña en Francia. 
 
La pregunta que podemos hacernos legítimamente es ¿por qué? ¿Por qué este deseo? Sabiendo que si pusiera en fila india a todas las personas con las que he podido hablar del tema, sólo podría constatar nuestra diferencia... ciertamente un buen grupo, ¡pero muy diferente los unos de los otros!
 
Como no puedo ser la voz de todas estas mujeres, he decidido revelarte lo que personalmente me provocó y por qué recomendaría a una viajera en solitario que probara una experiencia de montaña. 
No solo espero darte ideas, sino también llevarte a dar el paso. 
 
Resulta pintoresco observar que, según la estación del año, una montaña en Francia sabe vestirse con su más bellos abrigo para seducirnos.  
 
No estoy apegada a nuestro territorio porque quiera excluir a las demás montañas del mundo, todo lo contrario, pero mi amor por la montaña nació en Francia y es este momento el que comparto contigo. 
 
Muchas personas vienen de los cuatro rincones del mundo para disfrutar de nuestras montañas en Francia, sería una pena privarte de ello. 
 

Una propuesta alpina

Pura casualidad.... o el destino, mi malestar había coincidido con el invierno. Acababa de sufrir un desengaño amoroso y llevada por la melancolía y el frío, me escondí en casa. Sí, me sentía como Bridget Jones, o peor, una marmota.
Y sin tratar de provocar al destino (sólo mi estómago estaba siendo puesto a prueba por la sobredosis de calorías), recibí una propuesta desde el teléfono. Una señal providencial, se podría decir... o no. Así que no recuerdo realmente quién, cómo y sobre todo POR QUÉ dije que sí. Cómo conseguí, con esta pereza, ser lo suficientemente rápida para no perder la llamada y además darme la pena articular..... no lo sé.
 
A las 4 de la mañana llegué al lugar del encuentro que me habían fijado. Con una gorra mal ajustada, una cabeza que se lo cree sin creerlo, un traje de esquí que me regaló mi hermana, una mochila agujereada, guantes de robocop y sin cartera. Tuve que ir de un lado a otro... y maldije mi modelito, en el que me movía como un hombre Michelin. 
 
Una vez que todos nosotros, es decir, otras 5 personas, nos metimos en una mini furgoneta y, por supuesto, justo después de que se cerrara la amplia puerta corredera, empecé a comprender la desmesura de mi simple sí para irse a la montaña en Francia. 
 
Estaba rodeada de verdaderos veteranos de la montaña que me recordaban a mi ex, un surfista, que se refería a una tabla como una mujer. En resumen, me sentía perdido y sin referencias. 
Había dicho que no sabía esquiar y aún hoy creo que no me han escuchado.
 
Aquí estoy ahora, en la cima de una pendiente, no del todo por mi propia voluntad y aún menos tranquila, obligada a avanzar y concentrarme para no caer. 
 
Incapaz de seguir el ritmo de los demás, me vi obligada a soportar la compañía que más evitaba, la mía.
 

Mi encuentro forzado con mi misma


Mi viaje en solitario a la montaña en Francia comenzaba. No tenía nada que decirme. Así que, para llenar el vacío, empecé una lucha sin sentido contra los cómplices de esta dolorosa situación: el viento, el color del cielo, mi falta de condición física, las odiseas para las pausas para ir al baño, la desconocida con el mismo traje de esquí que yo pero con un gorro mejor, la nieve fría, la voz gritona de Marie, la pista irregular, la gente feliz. Cuanto más despotricaba en mi interior, más malabares hacía mi ira con mi impotencia. 
 
Ya al borde del agotamiento, la vocecita dentro de mi cabeza se callo de repente. ¿Les daré pena? En el silencio me di cuenta de que no había experimentado conscientemente el estar a solas conmigo misma. 
Mis amigas esquiadoras "profesionales" ya estaban muy adelantadas y aparecían como puntos multicolores. 
Ahora nada parecía interferir en mi mente, encerrarme o dispersarme. Era el momento de reajustar las piezas de un puzzle abandonado. Decidí deshacerme de algunos cacharros que abandoné sin pensarlo dos veces, en esta pista que se había convertido en un desahogo que no volvería a ver.  
 
Seguí avanzando en silencio y nació en mí la esperanza. Volvía a ser yo misma. Unos días después en la montaña en Francia, y ya me sentía bien.
 
Una mañana, nos tocó mal tiempo. 
No podía ver nada de lo que podía estar pasando a unos pocos centímetros de mí. Una sorprendente niebla, tan espesa como la leche cuajada, nos había cubierto a todas con fuerza. El viento abofeteaba ese día todas las mejillas expuestas con sus guantes de nieve. 
Algo estaba cambiando: de una vida cotidiana normal, estaba experimentando algo extraordinario. 
Me sentí como si acabara de salir del huevo. Obligada a confiar y a depender de mí misma para avanzar, reaccioné como si estuviera descubriendo este poder, que había utilizado regularmente en mi otra vida.
 
Mi letargo disminuyó al ritmo de la niebla, ahora transformada en bruma. Afortunadamente para nosotras, ambos se desvanecieron elegantemente en el olvido. 
Finalmente conseguí levantar la cabeza, para observar lo que me rodeaba. El escenario era irreal. No sabía a quién agradecer este espectáculo.  Ahora, anclada en el presente, en el aquí y ahora, descubrí un nuevo mundo y fue mágico. Llené mi vientre con este aire fresco y puro. Ya ligero, dispuesto a volar para vivir otros momentos como éste. Estaba rebosante de felicidad. Me estaba abriendo de nuevo al mundo y a las grandes cosas que tenía que ofrecer.
 
Todos tenemos o tendremos buenas razones para ir de vacaciones en solitario y espero que una montaña en Francia forme parte del viaje. En cualquier caso es un paso que hacemos por nosotras mismas, para hacernos bien. Una cita del poeta René Char me parece inspiradora, ya que reivindica un estado de ánimo: "Imponga su suerte, exprima su felicidad y vaya hacia su riesgo". 
 

Las 5 ventajas de unas vacaciones en solitario en nuestras montañas de Francia

 
  • La oportunidad de salir de tu zona de confort para descubrirte a ti misma de una manera diferente: hacer algo físico, mental y emocionalmente distinto que pueda trascenderte y ayudarte a vivir mejor tu propia vida.


  • La recompensa: tras el esfuerzo llega no sólo la comodidad, sino también el orgullo de haber alcanzado una meta que te habías propuesto. A menudo es después de la dificultad de una tarea o acción cuando valoramos el resultado y nos sentimos satisfechas. 


  • Confianza en una misma: sumergirse en lo desconocido es una experiencia que te ayuda a dejarte llevar y a confiar en ti misma. Piensa en estar en acción, en aprovechar tus propios recursos, en darte una meta que alcanzar.  Tus dudas se desvanecerán a medida que ganes confianza. 


  • Acomódate con tu entorno: la montaña en Francia es la dueña del lugar, impone respeto y te obligará a adaptarte a ella. Lo mismo ocurre en nuestras vidas, donde tenemos que adaptarnos y evolucionar en múltiples entornos (profesional, familiar, etc.). Mucho antes que nosotros, te enseñará, siempre que seas receptiva: hermosas lecciones de vida. 


  • La sensación de libertad: la montaña, al ampliar nuestra percepción del espacio, aumenta nuestro bienestar. Aislada de tu mundo hiperconectado, arrullada por su perfección, pureza y armonía de colores, también pueden estimular tu creatividad.


Mis recomendaciones antes de irte a la montaña en Francia

 
Para acercarte a nuestras montañas francesas y hacerlas más indulgentes contigo, te recomendaría : 
 
  • Piensa en tu viaje: para ello, no dudes en inspirarte en algunos consejos para organizar tu primer viaje en solitario. Ten en cuenta que la montaña puede ser peligrosa y que basta un momento de desatención para que todo cambie. Por lo tanto, debes pensar en todo  para ser asesorada, supervisada y guiada. Para ello, puedes preguntar a los clubes de montañismo de tu zona. Si quieres estar con mujeres, hay clubes de mujeres.
 
  • Asegúrate de tener ropa adecuada. No seas como mi amiga Catherine (que me disculpe por ser una chivata pero es por una buena causa). Coqueta de los pies a la cabeza, sólo pensaba en el lado estético en vez del lado práctico. Iba a morir congelada o a romperme el cuello con los tacones. Pero como ella lo dice tan bien, se habría ido con estilo. 
 
  • Piensa en tu alojamiento: SisterHome te da la oportunidad de contactar con muchas anfitrionas que viven cerca de una montaña en Francia y que estarán encantadas de recibirte. Puedes contar con sus valiosas recomendaciones y su amabilidad. Un gran apoyo, especialmente si es la primera vez. 

Si tuviera que contar en pocas palabras lo que me reveló mi experiencia a la montaña en Francia, tomaría prestado el pensamiento y las palabras de Albert Camus en una carta que dirigió a su amigo René Char y que cito más arriba:  
"Se habla del dolor de vivir. Pero no es cierto, es el dolor de no vivir lo que hay que decir. 
 
Para mí, vivir ya no era una cuestión de sentir mi corazón latir por reflejo o apretarse por tristeza, de satisfacer las necesidades primarias o de responder a los desiderata de la vida en sociedad. Vivir es también buscarse a sí misma, encontrarse, desprenderse de la mirada de los demás para abrirse al mundo y a la vida. 


Traducido del francés por Ines El Aoufir

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