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Viajar sola a los 50 años: consejos y testimonio de una viajera inspiradora
A los 52 años, Marie descubre las alegrías del viaje en solitario después de años dedicados a su familia. Recién divorciada y liberada de las obligaciones parentales desde que sus hijos tomaron su independencia, nos cuenta su recorrido como aprendiz de trotamundos.
Desde un primer fin de semana tímido a pocos kilómetros de su casa hasta sus proyectos de escapada a Quebec, pasando por una revelación en bicicleta por las carreteras de Francia, Marie comparte su evolución y sus sueños. Incluso contempla dar la vuelta al mundo para sus 60 años, prueba de que la aventura no tiene edad.
Un testimonio inspirador para todas aquellas que aún dudan en dar el paso.
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Marie, ¿qué te dio ganas de partir sola de viaje por primera vez a los 50 años?
Un deseo de libertad nacido de un cambio de vida
Francamente, se fue dando progresivamente. Después de mi divorcio hace tres años, atravesé un período en el que tenía la impresión de haber perdido mi identidad. Durante veinticinco años, era "la esposa de" o "la madre de", pero nunca realmente Marie, ¿sabes? Los hijos se fueron de casa uno tras otro, y de repente, me encontré frente a mí misma en un apartamento demasiado silencioso.
Una mañana, tomando mi café, me di cuenta de que ya ni siquiera sabía qué me daba placer. Había organizado cientos de vacaciones familiares, pero nunca había elegido un destino solo para mí. Esta toma de conciencia me sacudió. Me dije: "Marie, tienes 50 años, no 80, es hora de recuperar el tiempo perdido".
Mi nueva vida de soltera era la ocasión perfecta para esta búsqueda de libertad. Después de todos estos años priorizando las necesidades de otros, finalmente tenía espacio para mis propios sueños.
Recuperar la confianza y atreverme a priorizarme
Lo más difícil para lanzarme era la mirada de los demás. Mis amigas me decían: "¿No vas a irte sola verdad?", como si fuera una locura. Mi ex suegra incluso soltó: "A tu edad, es un poco triste, ¿no?" Estos comentarios me hirieron al principio, luego tuve ganas de demostrarles que estaban equivocadas.
Comencé ofreciéndome pequeños placeres: ir sola al cine, cenar en el restaurante con un libro. Estos momentos me enseñaron a apreciar mi propia compañía. Poco a poco, comprendí que partir sola era un regalo que me hacía, no un castigo.
Este período de preparación mental era esencial antes de lanzarme a la aventura.
¿Cómo organizaste tus primeros viajes en solitario? ¿Tuviste aprensiones?
Mi primer fin de semana sola a menos de 100 km
Quise ir suavemente. Para mi primer viaje, elegí Honfleur, a una hora y media de mi casa. No demasiado lejos en caso de que saliera mal, pero lo suficientemente diferente para sentirme de viaje.
Buscando alojamiento me topé con la plataforma NomadSister, que me permitió ser alojada gratuitamente en casa de Patricia, una sesentañera chispeante que tiene una pequeña librería en el centro de la ciudad.
El trayecto en tren ya me hizo un bien enorme. Ver el paisaje desfilar pensando que nadie me esperaba en ningún lugar era emocionante. Una vez allí, deambulé por las callejuelas empedradas, me tomé el tiempo de fotografiar cada detalle que me gustaba. Por la noche, cené frente al puerto con una copa de sidra, y escribí en un cuaderno todo lo que sentía.
Este fin de semana fue una revelación. Comprendí que adoraba esta libertad total: cambiar de opinión a último momento, detenerme ante un escaparate que me intrigaba, quedarme una hora en un banco solo porque tenía ganas. A mi ritmo, según mis preferencias, sin tener que gestionar las necesidades de otras personas.
El viaje en bicicleta: una revelación inesperada
Dos meses después, una colega me habló de la Vélodyssée. No había montado en bicicleta desde hacía años, pero la idea me tentó. Comencé por un pequeño tramo de tres días entre La Rochelle y Royan. Tenía un miedo terrible de no lograrlo físicamente.
El primer día, me dolía todo, pero estaba tan orgullosa de haber recorrido mis primeros 40 kilómetros. Por la noche, en casa de mi anfitriona NomadSister, me dormí con una sonrisa. Los dos días siguientes, tomé el ritmo. Pedalear a lo largo del océano, sentir el viento en mi cabello, detenerme para degustar ostras... Tenía la impresión de tener 20 años.
Lo que más me marcó fue la sencillez. Todo cabía en mi mochila: algunas prendas, mi neceser, mis medicamentos esenciales. Esta ligereza me liberó de un peso que ni siquiera sospechaba que llevaba.
Mi sueño: partir sola a Quebec
Ahora, veo más grande. Quebec me hace soñar desde siempre, pero antes era complicado imponer este destino a toda la familia. Ahora, ¡finalmente puedo concretar este proyecto! He comenzado a ahorrar y preparo un viaje de tres semanas para el otoño próximo.
Ya me imagino mis paseos por el Viejo Quebec, mis excursiones para ver los colores del otoño, quizás incluso algunos días en refugio en los Laurentides. He contactado una agencia especializada en viajes en solitario para mujeres, para tener consejos y tranquilizarme para este primer gran salto transatlántico.
Y luego, confieso que tengo una idea loca que germina: ¿por qué no aprovechar mi jubilación en diez años para dar la vuelta al mundo? Mis hijos me encuentran completamente loca, pero a mí me da una motivación extraordinaria para los años venideros.
¿Qué es lo más difícil cuando se viaja sola a los 50 años?
Gestionar el miedo a la soledad y lo desconocido
Al principio, temía sobre todo los momentos de soledad: las comidas sola en el restaurante, las tardes en mi habitación de hotel. Me decía que me iba a sentir aislada o que la gente me miraría raro.
En realidad, ocurrió todo lo contrario. Las comidas se convirtieron en mis momentos favoritos para observar la vida local, escuchar las conversaciones a mi alrededor, o simplemente realmente saborear mis platos. Para las tardes, desarrollé mis pequeños rituales: me doy un baño, escribo en mi diario de viaje, planifico el día siguiente o llamo a mis hijos.
También aprendí a domesticar lo imprevisto. Cuando mi tren se retrasó tres horas durante mi viaje a Honfleur, en lugar de entrar en pánico, descubrí una pequeña librería de estación y pasé un momento delicioso hojeando libros. Estos contratiempos ahora forman parte del encanto de la aventura.
Cuidar mi salud y organizar mi seguridad
Bueno, no voy a mentir, a los 50 años, ya no se parte con la misma despreocupación que a los 20. Siempre llevo un botiquín de primeros auxilios bien surtido, mis medicamentos habituales, y el número de mi médico. Para mis viajes más largos, contrataré un seguro de repatriación.
En cuanto a seguridad, tengo mis pequeños hábitos: siempre comparto mi itinerario con mis hijos, evito salir sola por la noche en barrios que no conozco, y he aprendido a confiar en mi instinto. Si un lugar o una situación me incomoda, no insisto.
Para Quebec, incluso he previsto inscribirme en el sitio del consulado francés. Puede parecer excesivo, pero me tranquiliza y permite que mis seres queridos se preocupen menos.
¿Logras fácilmente conocer gente durante tus viajes?
Es curioso, pensaba que sería más complicado a mi edad, pero es exactamente lo contrario. La gente suele ser benevolente con una mujer que viaja sola. En bicicleta, conocí a una pareja de jubilados alemanes que me invitaron a compartir su picnic. Pasamos dos horas intercambiando mezclando francés, alemán e inglés aproximativos, fue mágico.
En las casas rurales, los propietarios suelen tomarse el tiempo de charlar, dar consejos. En Honfleur, Patricia, mi anfitriona NomadSister, me llevó donde el pescadero que prefería y me explicó cómo elegir las vieiras. Estos momentos de intercambio espontáneo se han convertido en mis recuerdos más preciosos.
Para Quebec, dudo en intentar la experiencia de un viaje organizado para una parte de la estancia. No del tipo "autobús turístico", sino más bien estos pequeños grupos de mujeres que viajan juntas manteniendo su libertad. La agencia que he contactado propone este formato, y confieso que la idea de compartir algunos días con otras aventureras de mi edad me seduce.
Para resumir, ¿qué consejos darías a una mujer que quiere lanzarse?
Después de estas primeras experiencias, aquí están mis tips para las mujeres que desean lanzarse:
Comenzar pequeño y cerca: como yo con Honfleur, elegir un primer destino no demasiado alejado permite probar las reacciones sin estrés. Una escapada de fin de semana o de una semana es suficiente para comenzar.
Usar los buenos recursos: los sitios como NomadSister, las agencias especializadas o las aplicaciones de viaje en solitario son verdaderos activos. Proponen soluciones seguras y adaptadas a nuestro grupo de edad.
Prever sin organizarlo todo: me gusta tener un itinerario base manteniendo flexibilidad. Reservar el transporte y el primer alojamiento, luego ver sobre el terreno para el resto.
Adaptar el presupuesto: viajar sola a veces puede costar más caro (habitación individual, no compartir gastos), pero también se pueden hacer economías eligiendo las actividades y comidas según los deseos.
Confiar en el instinto: después de años de experiencia de vida, generalmente sabemos reconocer las situaciones dudosas. ¡Esa fuerza la hemos adquirido con la edad!
Al final, me doy cuenta de que viajar sola me ha abierto puertas que nunca habría empujado antes. Se atreve más fácilmente a abordar a los locales, se deja llevar más por las oportunidades. Y luego, cuando se regresa con las historias llenando la cabeza, se tienen aún más ganas de partir de nuevo.
¡Gracias Marie por este testimonio refrescante! Si quieres descubrir otras experiencias de viaje en solitario, mira también estas guías:
Grandes viajeras, o mujeres que se lanzan a la aventura por primera vez, las editoras de NomadSister son todas apasionadas por los viajes. Comparten sus consejos y experiencias con ese deseo de darte alas.